"lAs CaLuMnIaS dE pUtA cIuDaD pErTeNeCeN aL pUeBlO"


jueves, 8 de abril de 2010

EL POETA ARAGÓN



Alfonso Alonso Aragón era uno de esos “personajes” que, a la distancia, se perciben como borrosos. Nacido el 23 de enero de 1891 y muerto en la década del 1980, Aragón solía deambular por los bares de la estación Sunchales, barrio que se insiste hoy por hoy en llamar Pichincha. Allí aprovecha para solicitar un vaso de vino o de cerveza, algún café, pero sobre todo dejaba, a guisa de propina, una servilleta con un poema dedicado. Esta poesía de mostrador fue rescatada por una revista extinta, La Cebra a Lunares, que logró, allá por 1974, entrevistar al poeta de las barras. De joven, trabajaba en la fábrica de turrones Gandia, en el mismo barrio, que necesitaba mano de obra emergente para las fiestas de fin de año. Los propietarios de un bar de las cercanías y del mismo apellido el poeta tal vez fuesen sus parientes.Durante varios años, fue un invitado obligado de los corsos del intendente Carballo o en el “corsito” de calle Callao. Una broma de adolescentes lo había puesto como rey del Carnaval, como rey Momo: ya nunca abandonaría esa jerarquía. Subido a las carrozas (imagino que se disputarían su real atención) disparaba sonetos, locuras y agua. Un ex intendente le regaló un par de zapatos blancos; los usó por años, aunque eran tres números más grandes (Aragón medía 1,60).
Ni sus poesías ni su comportamiento eran regulares, algunos atribuyen a la sífilis sus versos que eran disparates de dementes; pero una bien cimentada fama de excéntrico y habitué prostibulario lo ha dejado incólume para la memoria popular. Murió solo y pobre, un cajón de pino cedido por la Municipalidad y un entierro de apuro fue su epílogo. Nadie fue a su entierro, como corresponde



Fragmento de "Marginalia" tomado de la revista El Vecino nº 164, enero de 2003. Firmado por arq. Gustavo Fernetti.